miércoles, 1 de junio de 2011

Riesgos del deporte en la infancia desde un punto de vista educativo

Sin embargo, ¿el deporte infantil siempre es educativo?

Si bien el deporte permite trabajar numerosos valores educativos, debemos saber que no siempre se asimilan. La realidad diaria nos muestra que, muchas veces, la práctica deportiva no es de color de rosa y que para los niños participantes en una actividad, ésta no siempre resulta tan positiva ni tan beneficiosa.

Los criterios, puntos de vista y objetivos barajados a la hora de preparar una práctica deportiva condicionarán los efectos que ésta tenga en los participantes. Por ello, el gran potencial educativo de la práctica deportiva debe superar numerosos riesgos y variables perjudiciales desde un punto de vista pedagógico. Analicémoslos.




Competitividad excesiva

Una característica definitoria del deporte es superar al contrario en la competición o prueba, pero siempre dentro de unos límites. El criterio educativo no incluye ganar a toda costa o darle demasiada importancia al resultado.

La victoria como fuente única de satisfacción puede producir sensaciones de frustración, decepción, desconsuelo y fracaso. En muchos casos, estos sentimientos negativos se aplican también a otros ámbitos de la personalidad. Es decir, no se limitan a impregnar el modo en que el deportista se ve a sí mismo como tal, sino que hacen que la persona se sienta fracasada en su totalidad.

No podemos imponer objetivos que sean inalcanzables para la mayoría. No es lícito afirmar que la actividad deportiva ayuda al desarrollo de la personalidad y que posee beneficios psicológicos, si luego generamos situaciones de frustración y fracaso continuamente. La existencia de un único ganador y muchos perdedores y la necesidad de hacer fracasar a otros para triunfar uno mismo no son características adecuadas desde un punto de vista educativo.

Objetivos inadecuados

En las actividades deportivas organizadas con un objetivo educativo debemos tener mucho cuidado con los objetivos y las motivaciones de los distintos participantes.

En algunos casos se marcan objetivos muy exigentes (y no alcanzarlos implica un fracaso total): lograr la victoria, ser titular, lograr ser primeros en la clasificación, conseguir un puesto en la selección, etc. Sería conveniente fijarnos objetivos que estén a nuestro alcance y que no dependan de otros. Objetivos que nos permitan mejorar individualmente, aprender, disfrutar y no motivaciones basadas en los resultados, en la victoria y en el rendimiento. Fijar al todos objetivos que sólo están al alcance de unos pocos implica que, a la larga, el grupo se sentirá decepcionado.

Continuamente oímos hablar de las virtudes y de lo positivo que resulta ser deportista de élite, pero se nos oculta el otro lado de esa situación. No sabemos cómo vive ahora esa gente tan famosa en el pasado, ni sabemos qué ha sucedido con tantos y tantos niños que se han quedado en el camino hacia la cumbre sin lograr alcanzarla. Hay un gran número de niños que se lanza a la aventura de lograr ser deportistas de primera, pero muy pocos lo consiguen realmente. Por eso debemos ayudarles a adaptar sus expectativas, para evitar ese sentimiento de fracaso tan común más adelante.

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